La región necesita políticas consistentes, inversión pública estratégica y una visión de largo plazo que no se limite al crecimiento económico, sino que apueste por una transformación social integral
Guanacaste avanza en la lucha contra la pobreza, pero aún enfrenta brechas estructurales
La región Chorotega muestra una disminución en sus índices de pobreza y desigualdad, aunque persisten desafíos importantes en equidad, sostenibilidad del progreso y acceso a oportunidades reales para todos los sectores
Después de una década marcada por altibajos en materia social, la provincia de Guanacaste da señales de mejora. Según la más reciente Encuesta Nacional de Hogares 2024 (ENAHO), elaborada por el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC), la incidencia de pobreza en la región cayó al 24,2%, una reducción significativa frente al 33,2% registrado en 2014 y al 27,6% reportado en 2023. Estos números colocan a Guanacaste por debajo del pro medio de las demás regiones costeras del país.
Según el INEC, la mejoría también se re f leja en el índice de desigualdad distributiva, que pasó de un coeficiente de Gini de 0,51 en 2023 a 0,48 en 2024. Aunque esta cifra sigue siendo elevada en términos relativos, su disminución apunta a una leve mejora en la distribución del ingreso.
Sin embargo, detrás de las cifras positivas también emergen matices importantes. El ingreso medio de los hogares guanacastecos experimentó un modesto aumento del 0,1%, pero el ingreso per cápita cayó un 1,1% respecto al año anterior. Esto sugiere que el crecimiento económico no se ha traducido, necesariamente, en una mejora uniforme para todos los miembros del hogar, ni en un acceso igualitario a las oportunidades.
Por otra parte, la estructura económica de la provincia sigue transformándose. Sectores como el turismo, el comercio, los servicios financieros, la educación y la construcción han ganado protagonismo, mientras que las actividades agropecuarias, históricamente predominantes, han cedido espacio. Las actividades inmobiliarias y la construcción, por ejemplo, aportaron en promedio un 6,73% y 5,26% respectivamente del valor agregado en los 11 cantones de la provincia, lo que evidencia una tendencia hacia una economía más urbanizada y centrada en los servicios.
Esta reconfiguración ha generado empleos, pero también ha contribuido a una heterogeneización del desarrollo: mientras algunas comunidades experimentan dinamismo económico y acceso a nuevas oportunidades, otras siguen enfrentando limitaciones estructurales, como bajos niveles educativos, falta de conectividad o acceso desigual a servicios públicos.
Ante este escenario, el Instituto Mixto de Ayuda Social (IMAS) ha promovido el programa Impulsa, una propuesta que busca ir más allá de los subsidios tradicionales. El modelo establece transferencias condicionadas a metas concretas como finalizar estudios, capacitarse o iniciar un emprendimiento dentro de un plan de desarrollo individual. Según datos oficiales, más de 68.000 hogares participan actualmente del programa a nivel nacional, y su implementación en Guanacaste ha sido particularmente activa en sectores como turismo, agricultura y oficios técnicos
En cantones como Santa Cruz, Nicoya y Liberia, se han desarrollado alianzas con municipalidades, centros de formación del INA y empresas locales para ofrecer capacitación ajustada al mercado laboral local. Estas iniciativas han sido bien recibidas en algunos sectores, pero también enfrentan críticas por la dificultad de generar empleos estables, bien remunerados y sostenibles, especialmente en zonas rurales o en comunidades alejadas de los polos de desarrollo.
Además, persisten factores de vulnerabilidad que amenazan con revertir los avances logrados. Según el propio IMAS, los hogares encabezados por mujeres, personas con discapacidad o baja escolaridad siguen siendo los más expuestos a la recaída en la pobreza. Por eso, el modelo Impulsa contempla redes de apoyo y seguimiento continuo, aunque su alcance real aún está en evaluación.
Aunque Guanacaste muestra signos de mejora en indicadores clave como po breza y desigualdad, el reto de conso lidar un desarrollo más justo y sosteni ble está lejos de resolverse. Los datos son alentadores, pero insuficientes por sí solos.