La Anexión del Partido de Nicoya a Costa Rica en 1824 no fue un simple acto administrativo ni una imposición política, sino una decisión consciente y voluntaria de integrarse a un proyecto nacional que ofrecía estabilidad, oportunidades y una visión de desarrollo común. Fue, en esencia, un acto de visión estratégica: unirse para progresar.
Presente 2025
Hoy, dos siglos después, vivimos una nueva forma de integración. Personas provenientes de distintos países y culturas que llegan a Costa Rica atraídas por su belleza natural, su paz social, su marco legal estable y su calidad de vida. Muchos de ellos eligen invertir, construir y establecer raíces aquí. Esta llegada, aunque distinta, tiene un eco del pasado: es una elección voluntaria de pertenecer. Y como tal, debe ir acompañada de respeto, sensibilidad y responsabilidad.
Desde la ingeniería civil y la arquitectura, comprendemos que cada proyecto no se limita al diseño y construcción de estructuras. Toda obra representa una intervención directa en el tejido social, ambiental y cultural de un territorio. En lugares como Guanacaste, construir no es simplemente desarrollar metros cuadrados: es interactuar con una historia viva, con una identidad profunda y con comunidades que tienen mucho que aportar. Es por esto que la buena inversión extranjera —y sí, la hay y es la mayoría— es aquella que se integra con inteligencia, humildad y propósito. Que reconoce que el contexto local no es un lienzo en blanco, sino una capa rica de costumbres, conocimientos y formas de vida que deben ser respetadas y, en lo posible, fortalecidas. Las mejores obras no son las que imponen, sino las que dialogan con su entorno.
Hablar de desarrollo con propósito implica también entender que la infraestructura no lo es todo. Una obra bien diseñada debe también generar impacto positivo:
empleo local, transferencia de conocimientos, espacios comparti dos, mejoras en la infraestructura pública y participación comunita ria entre otros.
La ingeniería responsable crea valor en múltiples niveles. Así como el Partido de Nicoya se unió a Costa Rica para construir un futuro mejor, hoy tenemos la oportunidad de seguir edificando ese futuro —esta vez desde una visión más inclusiva y sostenible.
El rol de quienes lideramos proyectos de inversión y construcción es crucial: debemos actuar como puentes entre culturas, traductores entre visiones, y facilitadores del bien común.
Construir con propósito es eso:
Que cada metro cuadrado se levante sin borrar lo que había.
Que cada inversión sume, sin desplazar.
Que el desarrollo conecte, y no fracture.
Las críticas al desarrollo foráneo, aunque a veces bien intencionadas, también pueden frenar oportunidades cuando se hacen desde el temor y no desde la propuesta . En lugar de cerrarnos, el desafío está en guiar el crecimiento con criterios técnicos y humanos. El desarrollo bien planteado no resta: multiplica.
Como ingenieros, tenemos la responsabilidad de pensar más allá de la obra. De proponer soluciones que armonicen el diseño con la cultura, la innovación con el entorno, y el progreso con dignidad. También debemos anticipar impactos, promover inclusión y construir con visión. En eso consiste la ingeniería con propósito.
Porque no solo diseñamos estructuras: diseñamos vínculos, futuro y pertenencia. Y eso es, en esencia, construir un país.